Flavio Josefo

                                       Flavio Josefo

Flavio Josefo nació en Jerusalén en el año 37 o 38 de la Era Común. Su nombre era Yosef bar Mattityahu. Pertenecía a una familia de sacerdotes que tal vez estuviera relacionada con la casa real de los Hasmoneos.1 Estos habían sido Sumos Sacerdotes y jueces en Judea desde mediados del segundo siglo hasta el primero BC.2 Yosef creció en Jerusalén. Fue un niño prodigio, al que los sumos sacerdotes y otros “vips” consultaban en materias legales cuando él sólo tenía catorce años (Vita 9). También decía estar relacionado con las tres ramas principales del Judaísmo: Fariseos, Saduceos y Esenios y haber pasado un tiempo en el desierto con un eremita ascético llamado Bannus. Pero después de haber pasado tres años con él, decidió volver a la vida de la ciudad. Se discute mucho si fue en ese momento que se hizo Fariseo. A los veintiséis años, viajó a Roma en una misión para ayudar a algunos sacerdotes que habían sido arrestados en Judea y enviados a Roma para ser juzgados.
Poco después de su regreso a Jerusalén, estalló la gran revuelta contra Roma en el año 66 de la Era Común. El papel de Josefo es confuso y objeto de controversia.3 Según su Guerra Judía, fue elegido general encargado de la Galilea, para defender el norte del país de la inminente invasión romana (Guerra Judía 2.562-568). Según su propia autobiografía, escrita mucho después (en los años 90 CE), su papel consistió más en mantener la paz, tratando de mantener la situación calma y bajo control en Galilea (Vita 28-29). En cualquier caso, finalizó rindiéndose a los romanos en lugar de llevar a cabo un pacto de suicidio. Salvó su vida pero fue tomado prisionero. Después de su arresto, predijo que Vespasiano, el comandante del ejército romano, sería emperador. Cuando esta predicción se cumplió, lo liberaron.4 Además, como recompensa por sus servicios, le fue dada —por el emperador Vespasiano— la ciudadanía romana, una esposa, una casa en Roma, una pensión y un trozo de tierra en Judea (Vita 423-425). Según parece, Josefo pasó el resto de su vida en Roma, donde compuso todas las obras que le sobrevivieron. Estas incluyen, además de los siete libros de la Guerra, las Antigüedades Judías en veinte libros con un apéndice autobiográfico, la Vita. A su última obra, una defensa del Judaísmo en dos libros, se la conoce con el título de Contra Apionem.
En Roma, Josefo pudo vivir cómodamente. La casa que recibió había sido la residencia de Vespasiano (Vita 423). Desgraciadamente, no sabemos exactamente dónde quedaba. Aparentemente es la casa donde había nacido Domiciano, el hijo de Vespasiano, en una calle llamada “El Granado”, tal vez identificada con la Via Quattro Fontane5 (a menos de un kilómetro del Pontificio Instituto Bíblico donde yo enseño).
Por desgracia, no tenemos ninguna información directa sobre las relaciones de Josefo con la comunidad judía de Roma. ¿Fue aceptado como miembro? ¿Fue considerado traidor porque cooperó con Tito y el ejército romano? No sabemos, pero a través de su obra podemos descubrir algunas indicaciones útiles. Como trataré de mostrar más adelante, cualquiera haya sido el propósito de Josefo y la audiencia a quien iba dirigida la Guerra Judía, su obra no fue una obra de propaganda romana. Más bien, tiene que verse ésta como un esfuerzo, si bien no completamente exitoso, para corregir concepciones erróneas esparcidas sobre los judíos y el Judaísmo. Los veinte libros de las Antigüedades están dirigidos, primeramente, a una audiencia de, en cierto modo, benevolentes Gentiles de habla griega, interesados en Roma y en segundo lugar a los judíos.6 Debemos entender la obra en el contexto de los años difíciles de la post guerra, cuando existían en Roma sentimientos contra Judea y contra los judíos. Martín Goodman sugiere, en oposición a criterios anteriores, que “debería dársele crédito a Josefo por su valiente posición al defender el derecho que debían tener los judíos romanos de practicar su religión a pesar del entorno profundamente hostil ... La longitud y la meticulosidad de las Antigüedades son testimonio suficiente para mostrar la seriedad con la que cumplió su papel. Si los judíos de Roma le hubieran estado agradecidos por sus esfuerzos como deberían haber estado, Josefo no hubiera vivido los años de su vejez como un hombre solitario.”7
Por razones que pueden no tener nada que ver con su persona ni con sus obras, Josefo aparentemente, fue olvidado entre los judíos durante varios siglos. Sus obras, como las de Filón de Alejandría y la mayor parte de la literatura judía llamado el Antiguo Testamento, los Apócrifos o Pseudoepígrafos no fueron preservadas por las comunidades judías sino por cristianos en Europa y en regiones tan alejadas como Etiopía y Armenia. En el siglo décimo, sin embargo, en el sur de Italia, una historia del Segundo Templo fue escrita en hebreo por un autor anónimo, basada, sobre todo, en una traducción latina de las obras de Josefo. Este trabajo se hizo popular bajo el nombre de Yosippon y fue atribuido más tarde al mismo Josefo. José Ha-Kohen dice así: “Todo mi pueblo sabe que no ha surgido en Israel ningún autor que se pueda comparar con Yosippon el sacerdote, quien escribió sobre la guerra en la tierra de Judea y Jerusalén”.8 Más recientemente, parece que Yosippon perdió popularidad, pero a Josefo se lo reconoce como una fuente invalorable para la historia judía del período del Segundo Templo.
La suerte de Josefo en círculos cristianos fue completamente diferente. Sus trabajos eran frecuentemente consultados por autores de la patrística a partir del siglo segundo. Algunos hasta piensan que Lucas lo usó como fuente para los Hechos de los Apóstoles, Aquí no vamos a discutir las causas y ramificaciones de la recepción de Josefo en círculos cristianos o entrar en la cuestión de saber si o cómo habló de Jesús.9 Tampoco vamos a juzgar la persona de Josefo. Conocemos bien algunos de sus defectos y errores. Sin embargo, sus treinta volúmenes no son, en primer lugar, un intento de defender su propia reputación, o la de los romanos sino una defensa positiva del pueblo judío y del Judaísmo en un entorno que, después de la desastrosa guerra, era mayormente hostil. En todo caso, todas sus obras, excepto la Vita, fueron traducidas al latín en el siglo sexto. Hay muchos manuscritos medievales de esas traducciones. Durante la Edad Media, Josefo fue el autor antiguo más leído en Europa. Schreckenberg nos dice que la influencia de la literatura de Josefo no tuvo parangón, con la única excepción de la Biblia.10 Más de 130 manuscritos griegos y alrededor de 230 latinos e innumerables citaciones en autores posteriores muestran signos del amplio interés que despertaban sus obras.11 Hay también muchas impresiones más tempranas de las obras de Josefo. Entre 1470 y 1535 había más de veinte impresiones de algunas partes de la traducción latina de Josefo.
A partir de entonces, la suerte de Josefo mudó. Existen traducciones en la mayor parte de las lenguas occidentales (¿Europeas?), pero muchas de ellas son bastante anticuadas, tal vez un signo de que Josefo fue más a menudo citado que realmente leído o estudiado en profundidad. La última traducción al alemán de las Antigüedades apareció hace un siglo.12 En el mundo de habla inglesa, la traducción de William Whiston, originalmente publicada hace más o menos doscientos cincuenta años (en 1737), fue reeditada más de doscientas veces y ahora se la consigue en CD-ROM y en internet (http://www.perseus.tufts.edu/) junto con el texto griego. Obviamente, la traducción es bastante obsoleta. Además de sus muchos errores también deja aparecer en sus notas la noción absurda de que Josefo se hizo cristiano y hasta fue obispo de Jerusalén. Una edición más confiable y más utilizada por los investigadores y estudiantes es el texto griego con traducción en inglés y las notas de Thackeray, Marcus, Wikgren y Feldman en la colección de Loeb Classical Library.13Un proyecto internacional está en curso (con la participación de investigadores judíos y no judíos que están trabajando en Australia, Canadá, Dinamarca, Israel, Italia, los Países Bajos, Escocia y los Estados Unidos) para sacar a luz una nueva traducción en inglés con comentarios completos de todas las obras de Josefo. Los primeros dos volúmenes ya han aparecido.14
Una nueva traducción en francés de las Antigüedades, con el texto griego en páginas dobles y con notas bastante extensas, está siendo preparada por un equipo de investigadores en el Escuela Bíblica de Jerusalén. Los tres primeros volúmenes, que van de los Libros 1 al 7 ya han sido editados.15
En español, la traducción completa más reciente fue publicada —hasta donde pude averiguar— en Buenos Aires en 1961.16 Con excepción de la Guerra, han aparecido nuevas traducciones en español de las obras de Josefo en las últimas décadas.17 Esto es, sin lugar a dudas, un signo de interés creciente que hay por este autor, especialmente en España. (Tal vez podría agregar que un alumno argentino mío, Federico M. Colautti, completó este año su disertación doctoral sobre el tema “La Pascua en Flavio Josefo” que está siendo traducida para su publicación del inglés al castellano).

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