Pierre Teilhard de Chardin
1881 - 1955
Vida y obra de Teilhard de Chardin
P. Jaime Arturo Franco Esparza sdb
http://iieh.com/autores/jfranco....
Dr. en Teología Dogmática. Director del Departamento de Investigación del Instituto Salesiano de Estudios Superiores ISES
P. Jaime Arturo Franco Esparza sdb
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Dr. en Teología Dogmática. Director del Departamento de Investigación del Instituto Salesiano de Estudios Superiores ISES
Han pasado ya muchos años de aquel domingo de Pascua en el que expiraba el Jesuita francés Marie-Joseph Pierre Teilhard de Chardin. Cinco años antes de morir, dirigía a Dios esa oración en la que pedía poder formular bien la esencia de su mensaje:
"Mi Dios Jesús, una vez más, la misma oración, la más ardiente, la más humilde: Hazme terminar bien (...) terminar bien, es decir, haber tenido el tiempo y la ocasión de formular mi Mensaje Esencial, la Esencia de Mi Mensaje" [ Nota 1 ].
El Jueves Santo escribía en la última página de su diario la síntesis de ese mensaje esencial:
"Lo que yo creo - Síntesis: 1) San Pablo... los 3 versículos (1Cor 15,26,27,28): Dios todo en todo (¡confirmación teológica!... Revelación ultra-satisfecha); 2) Cosmos = Cosmogénesis - Biogénesis - Noogénesis - Cristogénesis; 3) El Universo está centrado (Evolutivamente, Hacia Arriba y Hacia Adelante); Cristo es el centro de ello" [ Nota 2 ].
Teilhard, preocupado por hacer llegar el mensaje cristiano en un lenguaje adaptado a las exigencias de su tiempo, concentra su esfuerzo en restablecer el vínculo entre el mundo de la ciencia y el cristianismo; entre los adoradores de Cristo y los adoradores del mundo; entre la pasión de la tierra por construir y la pasión del cielo por ganar. Esta doble vocación de "hijo de la tierra" e "hijo del cielo" es lo que ha caracterizado su persona, su obra [ Nota 3 ].
1. Rasgos biográficos
Hay que recordar que para entender bien el pensamiento de un autor, no basta simplemente examinar los diferentes puntos de la doctrina que él nos transmite. Es necesario también considerar cuál es el problema central de su vida que se vislumbra a través de sus escritos [ Nota 4 ]. Según Norbert Max Wildiers [ Nota 5 ], la vida de Teilhard estaría dominada por la preocupación fundamental de encontrar una respuesta al problema de las relaciones entre Dios y el universo. Tal cuestión no sólo ocuparía el puesto central de su perspectiva, sino que también sería el fulcro de su aventura interior y la clave para discernir su pensamiento [ Nota 6 ]. Se trata de un problema que tiene como punto neurálgico las relaciones entre fe y ciencia. Ahora bien, en vistas a comprender mejor dicho problema y teniendo en cuenta el nexo íntimo que existe entre el autor y su obra, expondremos en este apartado un breve cuadro bio-bibliográfico del mismo [ Nota 7 ].
1.1. Vida familiar
Teilhard nace el 1º de mayo de 1881 en Sarcenat, en las proximidades de Orcines, Puy-de-Dôme, a 7 Kilómetros al Oeste de Clermont Ferrand, Francia. La belleza del lugar, con sus altas montañas y verdes praderas, ha despertado y favorecido en su espíritu de aventurero el gusto por la contemplación de la naturaleza [ Nota 8 ]. En los datos biográficos presentados por Claude Cuénot, aparece la referencia a un acta que prueba la existencia en Auvergne, en el año de 1325, de un Pierre Teilhard [ Nota 9 ]. Por otra parte, aparece también una remota parentela con Marguerite Catherine Aroueten, hermana de Voltaire y tatarabuela de Berthe Adèle de Dompierre d'Hornoy, madre de Pierre [ Nota 10 ].
En el año de 1875 Emmanuel Teilhard de Chardin (1844-1932) se casa con Berthe Adèle (1853-1936). Pierre será el cuarto de once hijos [ Nota 11 ]. Hasta el año 1892 permanecerá en Sarcenat bajo la tutela de sus padres, recibiendo de ellos las primeras enseñanzas que forjarán su carácter. Su padre fue un gran naturalista de amplia cultura. Él transmitió a Pierre el talento de la observación despertando en su espíritu el amor por la naturaleza y su afición por coleccionar insectos, pájaros y piedras. Los gestos de humanidad que su padre manifestaba en el trato con los demás, influyeron de manera decisiva en su personalidad [ Nota 12 ]. Asimismo la influencia de Berthe Adèle ha sido determinante para sus hijos. Ella despertó en Pierre el sentido de la presencia de Dios. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús -que ocupará un lugar especial en la vida de Teilhard- será desde su infancia alimentada por la piedad de su madre [ Nota 13 ]:
"En esta dirección, el progreso me fue facilitado por el hecho de que, "el Dios de mi madre", fue ante todo, tanto para mí como para ella, el Verbo "encarnado" [...]. Y es en este punto que aparece, en la historia de mi vida espiritual [...], el rol inicial tan importante, tenido por una devoción con la cual mi madre no ha dejado jamás de nutrirme, no imaginando las transformaciones a las que las someterá mi insaciable necesidad de Organicidad cósmica: la devoción al Corazón de Jesús" [ Nota 14 ].
La madre de Pierre, igualmente preocupada por crear una atmósfera agradable en la familia, hizo reinar la mutua estima entre sus hijos. Es de hacer notar que, a pesar del buen ambiente que imperaba en el hogar, hubo momentos también de inquietud. Puede recordarse al caso, por ejemplo, cuando seis de los hermanos de Pierre fueron movilizados en el tiempo de la primera guerra mundial, muriendo dos de ellos en los combates (Olivier y Gonzague) [ Nota 15 ].
Teilhard quería a todos sus hermanos, pero sentía una preferencia especial por Marguerite-Marie (Guiguitte), la hermana que sufría de parálisis [ Nota 16 ]. Con ella, al igual que con su prima Marguerite, Teilhard encontrará el motivo y la oportunidad de intensificar el intercambio epistolar. En dichas cartas les comunicaba los pequeños sucesos cotidianos, las noticias de familia, el relato de algún viaje y les invitaba a la vez a que vieran en todo acontecimiento la mano de Dios [ Nota 17 ]. Además de la ayuda espiritual que les ofrecía con sus diversas reflexiones, Pierre aprovecharía asimismo la ocasión para comunicarles algunos aspectos sobre la génesis de su cosmovisión que se iría formando desde muy temprana edad.
1.2. Tendencias innatas
Aproximadamente entre los cinco o seis años, Pierre queda fuertemente impactado al observar cómo un manojo de sus cabellos al caer en el fuego se transforma instantáneamente en ceniza [ Nota 18 ]. Después de haber hecho esta experiencia sobre la mortalidad y la contingencia de las cosas, surge en él la pasión y la inclinación por buscar algo más duradero y permanente. La necesidad de poseer en todo "algún Absoluto" fue, desde la infancia, el eje de su vida interior. Nada le parecía tan característico ni tan familiar en su comportamiento interior, cuanto el gusto o la necesidad irresistible de algo que fuese lo "Unico Suficiente y lo Unico Necesario" [ Nota 19 ]. Es así que empieza a experimentar su inclinación hacia los objetos metálicos:
"Entre los placeres de esta edad, no era feliz (de ello me acuerdo con lucidez) más que en relación a un gozo fundamental, el cual consistía, generalmente, en la posesión (o el pensamiento) de algún objeto más precioso, más raro, más consistente, más inalterable. Tanto más, si se trataba de algún pedazo de metal" [ Nota 20 ].
"Y en efecto ¿por qué el Hierro? [...], porque para mi experiencia infantil, nada en el mundo era más duro, más pesado, más tenaz, más duradero que esta maravillosa sustancia que asumía bajo forma tan plena como le era posible..."La Consistencia": tal ha sido indudablemente para mí el atributo fundamental del Ser" [ Nota 21 ].
Más adelante Teilhard experimentará otra desilusión. Aquel pedazo de hierro que creía tan consistente no lo era realmente [ Nota 22 ]. Para consolarse, él buscó los equivalentes en una llama azul vacilante -a la vez tan material, tan imperceptible y tan pura- sobre los leños del fogón, pero con más frecuencia en alguna piedra transparente o coloreada. Esta renacida atracción por el "mundo de las piedras" produce como efecto una liberación definitiva en lo más profundo de su vida interior [ Nota 23 ].
Reflexionando sobre sus experiencias del pasado, Teilhard caerá en la cuenta de que iba madurando en él una clarificación de los elementos fundamentales de su pensamiento. Lo que él había llamado sucesiva y continuamente "componentes universales", no era sino el residuo de una lenta evolución en él [ Nota 24 ]:
"Pero, más aún, variación gradual de resplandor y de matiz ligado al juego complicado de tres componentes universales: lo Cósmico, lo Humano y lo Crístico, -explícitamente presentes en mí (al menos la primera y la última) desde los primeros instantes de mi existencia, pero de la que he necesitado más de sesenta años de esfuerzo apasionado para descubrir que éstas no eran más que las inmediaciones o aproximaciones sucesivas de una misma realidad de fondo... Rubores resplandecientes de la Materia, virando insensiblemente al oro del Espíritu, para transformarse en fin en la Incandescencia de un Universal-Personal" [ Nota 25 ].
Ese "Universal-Personal" lo encontrará en Cristo y en su misterioso dinamismo amoroso. Es en él donde encontrará la liberación que anhelaba su corazón deseoso de poseer Algo verdaderamente definido, tangible y que fuese a la vez capaz de poseer todos los atributos del ser; en el Dios Encarnado encontrará realizada, finalmente, la gran síntesis de su búsqueda:
"!Asombrosa liberación! [...]. La entera realidad física y espiritual de Cristo se reunía ante mis ojos en un objeto definido y compacto donde se desvanecía toda particularidad accidental y restrictiva [...]. Para mí, Dios "se materializaba" profundamente en una realidad a la vez espiritual y tangible, donde, sin que me lo figurase aún, comenzaba a realizarse la gran síntesis en la cual se resumiría el esfuerzo entero de mi existencia: la síntesis del Hacia Arriba y Hacia Adelante. Inmersión del Divino en la Carne" [ Nota 26 ].
Las experiencias vividas por Teilhard desde los primeros años de su infancia fueron de gran importancia para él, ya que a través de ellas pudo comprender mejor la evolución de su vida interior. Posteriormente -y sirviéndose ya del estudio y de nuevas experiencias-, podrá expresar de manera más completa la síntesis de su cosmovisión.
1.3. Estudios
Teilhard empezó su educación secundaria con los jesuitas a la edad de once años, en el colegio Notre-Dame de Mongré (Villefranche-sur Saône 1892-1897). En 1896 obtiene su primer bachillerato en ciencias naturales; al año siguiente termina su segundo bachillerato en filosofía y letras; en 1897 consigue el bachillerato en matemáticas. Luego, entra en el noviciado de la Compañía de Jesús (Aix-en-Provence), a la edad de 18 años (1899). En 1901 emite sus primeros votos [ Nota 27 ]. Estudia Filosofía durante tres años en la casa de Saint-Louis (Jersey). Enseña después química y física en el colegio jesuita de la Sainte-Famille (Cairo 1905-1908) y hace cuatro años de teología en Hasings-Sussex, Inglaterra (1908-1912). Es ordenado sacerdote en 1911 por el obispo de Southwark, Monseñor Amigo [ Nota 28 ].
En esos años comienza a interesarse particularmente por los problemas de geología y de paleontología. Su amistad con el profesor Marcellin Boulé será significativa porque le iniciará en la paleontología humana [ Nota 29 ]. Un poco más tarde comenzarán sus expediciones científicas. En 1913 tiene la oportunidad de visitar las cavernas con pinturas prehistóricas que se encuentran al noreste de la España, y regresar de dicha expedición en compañía del gran paleontólogo Breuil [ Nota 30 ].
Después de un período de interrupción a causa de la primera guerra mundial, continuó sus estudios y consiguió el doctorado en ciencias naturales en el año de 1922. Su tesis doctoral sobre "los mamíferos del bajo eoceno" causó un gran impacto en la famosa universidad de la Sorbona. Por primera vez un científico católico, que además era jesuita, se declaraba partidario decidido y entusiasta de la teoría evolucionista [ Nota 31 ].
Estos datos del curriculum, si por una parte ponen de relieve la notable preparación de Teilhard en el ámbito científico, por otra pueden tal vez hacer pasar inadvertido un detalle de importancia con relación a lo académico: su preparación filosófica y teológica. La permanencia en el colegio de Mongré, desde el año 1892 hasta 1898, y trece años de formación con los jesuitas en los que realiza estudios serios e incluso brillantes, ponen de manifiesto la incontestable formación de Teilhard en esos sectores [ Nota 32 ].
No está de más recordar aquí el gran interés que siente el Jesuita por los asuntos religiosos. Prueba de ello son sus participaciones en las jornadas teológicas organizadas por diferentes instituciones, o sus debates y encuentros con grandes personalidades -como por ejemplo, con Henri de Lubac, Yves Congar, Marie-Dominique Chenu, Bruno de Solages, Adhémard d'Alès, Joseph Huby, Gabriel Allegra, Maurice Blondel, y otros más- con quienes aprovechaba la oportunidad para intercambiar pareceres o para clarificar sus intuiciones fundamentándolas con argumentos exegéticos, patrísticos, dogmáticos y filosóficos [ Nota 33 ].
1.4. La primera guerra mundial
En el primer conflicto bélico mundial el padre Teilhard prestó sus servicios no sólo como sacerdote sino también como camillero del 8º Regimiento (Marruecos), que se convertiría posteriormente en el 4º Regimiento mixto de infantería. Por su valor y por haber mostrado audacia ante el peligro, fue condecorado con la Medalla Militar y con la Legión de Honor [ Nota 34 ].
La experiencia de la guerra significó para él un verdadero "bautismo en la realidad". Fue -por paradójico que pueda parecer- una "luna de miel intelectual" en la que comenzaba a madurar su cosmovisión [ Nota 35 ].
Lejos de ser insensible ante el dolor [ Nota 36 ], Teilhard comienza a percibir algo especial en aquellos acontecimientos bélicos. Con su mirada, al ir más allá de los mismos hechos, logra percatarse de lo que es capaz la fuerza humana [ Nota 37 ]. Descubría que la energía humana -al organizarse individual y colectivamente entregándose con pasión a una misión, como por ejemplo, la de la Guerra- es capaz de llevar a cabo, aún a costa de mucho sacrificio, grandes empresas. A la luz de tales intuiciones, Teilhard imagina las consecuencias que podrían desencadenarse en el mundo si la humanidad fuese capaz de percibir un ideal auténtico que estimulase de manera conveniente los dinamismos de toda la tierra; ya no bajo su aspecto primitivo y salvaje de la muerte, sino bajo su forma más sublime en la que triunfe la vida:
"Hasta el momento presente, la mayoría de los hombres no comprende todavía la Fuerza (esta clave y este símbolo del ser-más) más que bajo su forma más primitiva y más salvaje: la Guerra [...]. Pero viene el tiempo (y llegará) en que la masa se dará cuenta de que los verdaderos éxitos humanos son aquellos en que triunfen los misterios de la Materia y de la Vida. Viene el momento en que el hombre de la calle comprenderá que hay más poesía en un potente instrumento destinado a romper los átomos, que en un cañón" [ Nota 38 ].
Podemos decir que la cosmogénesis es vista por Teilhard como un proceso en el transcurso del cual todas las fibras de la realidad convergen en busca de alcanzar su meta. Dicho objetivo, para el creyente que sabe observar, se concretiza en un Cristo personal y universal que reúne las energías humanas, al punto de producir una vasta transformación [ Nota 39 ]. Es sólo en tal contexto que la guerra para Teilhard tendrá un significado positivo. En una de sus cartas que dirigía a su prima Marguerite dirá:
"No sé qué clase de monumento levantará más tarde el país sobre la colina de Froideterre, como recuerdo de la gran batalla. Uno sólo sería el adecuado: un gran Cristo. Sólo la figura del Crucificado puede recoger, expresar, y sublimar todo lo que hay de horror, de belleza, de esperanza y de hondo misterio en tal desencadenamiento de lucha y de dolor" [ Nota 40 ].
1.5. Vida de científico
Después de la primera guerra mundial, Teilhard asumió con más dedicación su vida de científico. Acepta la invitación del Institut Catholique de París que le ofreció una cátedra de geología [ Nota 41 ]. Participó activamente en numerosas expediciones científicas de renombre, creándose una gran fama tanto como paleontólogo que como geólogo. Fue invitado en calidad de experto a la expedición Roy Chapman Andrews del American Museum of Natural History en el año 1930 [ Nota 42 ]. Al siguiente año se descubre -y Teilhard participa en dicho descubrimiento- que el Sinanthropus (de Choukoutien), cercano pariente del Pithecantropus de Java, es un faber, es decir, que tallaba piedras y usaba fuego [ Nota 43 ]. También participará en las expediciones Haardt-Citroën (1931-1932), Yale-Cambridge en la India (1935), y en la expedición Harvad-Carnegie en Birmania (1937-1938). Por esos años, es nombrado consejero del servicio geológico de China y con el tiempo lo eligieron jefe de una entera generación de geólogos y paleontólogos [ Nota 44 ].
Después de la segunda guerra mundial, en el año 1950, fue nombrado director de investigación del Centre National de la Recherche Scientifique, en París, donde le ofrecieron una cátedra en el Collège de France. Al año siguiente fue nombrado colaborador permanente de la Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research en New York; es donde en 1952 tuvo la oportunidad de conocer los grandes "ciclocitrones" de la Universidad de Berkeley y es allí donde realizó sus últimas expediciones al Sur del Africa (1951 y 1953), en vistas a coordinar e impulsar la investigación científica de la prehistoria humana.
Teilhard también fue miembro del Royal Antropological Institute de Gran Bretaña e Irlanda, integrante de la Academia de las Ciencias en el Institut de France. Formó parte de la Academia de las Ciencias en New York y fue colaborador de la Sociedad Americana de Geología [ Nota 45 ].
Lo visto hasta el momento ya es suficiente para tener una idea más clara sobre la actividad que desempeñaba Teilhard en el ambiente científico. Una actividad en la que los colegas le reconocían la preparación profesional, que le hacía tener un cierto prestigio [ Nota 46 ]; una actividad en la que reconocían igualmente la sencillez con la cual él trataba a los demás mostrándose siempre sensible y agradable en sus conversaciones [ Nota 47 ]. Pero, de modo especial, lo que más admiraban los compañeros en Teilhard, era el espíritu de sacrificio y su capacidad para afrontar los problemas de sus viajes [ Nota 48 ] y de las aventuras científicas [ Nota 49 ]. Ciertamente que las experiencias vividas en tales travesías estuvieron llenas de emociones, las cuales no ocultaron las tensiones que el aventurero debió sobrellevar con perseverancia y con espíritu religioso hasta el final de su vida.
1.6. Dificultades
Teilhard fue un peregrino en busca de la verdad; sin embargo, sus indagaciones no siempre fueron bien aceptadas. Aunque no recibió ninguna excomunión por parte de las autoridades eclesiásticas, ni sus obras entraron a formar parte del "Indice", sí fue objeto de una represión sistemática [ Nota 50 ].
Ya desde el año 1916 empiezan a darse tensiones entre él y los superiores de su Orden y las autoridades de la Iglesia Católica. Uno de sus primeros escritos -en el que Teilhard describe su visión cósmica a la luz de la teoría de la evolución- es rechazado por la revista Études, negándosele la autorización para publicarlo [ Nota 51 ]. La situación se vuelve más crítica debido a un esquema que Teilhard había desarrollado sobre el dogma del pecado original. De manera confidencial, el Jesuita había redactado unos apuntes en los que exponía algunas posibles orientaciones en vistas a comprender mejor dicho dogma tratando de armonizarlo racionalmente con las explicaciones científicas de la prehistoria [ Nota 52 ]. El esquema, que estaba destinado para la discusión del momento y no para la publicación, llegó misteriosamente a Roma a través de un denunciante anónimo [ Nota 53 ]. Con el correr del tiempo las consecuencias de tal denuncia resultarían trágicas, ya que con ella se iniciaron las censuras y los exilios: le negaron cátedras de enseñanza y el permiso para que aceptara las invitaciones a dar conferencias de prestigio; y le quitaron la oportunidad de tener credenciales profesionales o de recibir la nominación oficial por parte de la autoridad eclesiástica, cuando era el momento de nombrar algún representante de la Iglesia para que participara como conocedor de la problemática en grandes conferencias científicas [ Nota 54 ]. La invitación que recibe para ir a China por parte de los superiores de la Compañía en Abril de 1923, no fue ciertamente sólo motivada en razones científicas: fue innegablemente una invitación que no podía eludir, y que tenía la intención de alejarlo de su cátedra universitaria donde sus ideas eran juzgadas peligrosas, pues al declararse partidario defensor de la evolución, era visto como un aficionado comunista que renegaba de la propia fe y que comprometía las creencias cristianas tradicionales [ Nota 55 ].
Permanecerá en China durante más de veinte años (del 1923 al 1946), con pequeños períodos de residencia en París y en otras partes del mundo. Al finalizar la segunda guerra mundial, en 1946, Pierre regresará a Francia, pero ante las nuevas tensiones que surgieron debido a la propagación de algunos de sus manuscritos y a la difusión de sus ideas, tuvo que sufrir un nuevo exilio [ Nota 56 ]. En este clima de hostilidad, cuatro años después de su regreso al país, Teilhard tiene nuevamente que abandonarlo para dirigirse esta vez a New York donde termina la serie de sus destierros [ Nota 57 ].
Tal situación de exilio y de censura se mantendrá hasta los últimos días de su existencia. En marzo de 1955 recibía una invitación para participar en el gran congreso paleontológico que tendría lugar al mes siguiente en la Sorbona, pero las autoridades eclesiásticas le prohíben tomar parte en tan importante encuentro [ Nota 58 ]. Sería fácil enumerar una larga cadena de injusticias y de hechos desagradables vividos por el Jesuita [ Nota 59 ]; pero, a pesar de esos momentos llenos de incomprensión en los que tuvo que soportar calumnias y desprecios, él, que había consagrado a Dios su vida, supo ser fiel a su ideal religioso mostrando en ellos una actitud cristiana digna de imitar [ Nota 60 ].
1.7. Fidelidad a la Iglesia
Teilhard era consciente de sufrir la persecución a causa de sus ideas, pero, a la vez, por ningún motivo se sentía con el derecho de romper con la Iglesia [ Nota 61 ]. Vivió a fondo y de manera coherente la virtud de la obediencia [ Nota 62 ]. Comentando algunos de sus sentimientos a Jeanne Mortier -referente a las negativas que había recibido-Teilhard le dirá:
"Te lo repito: todo esto no produce en mí ninguna amargura, porque estoy demasiado seguro del resultado final. No me he sentido jamás tan profundamente ligado a la Iglesia; ni tan firme de que esta Iglesia, reflexionando con mayor profundidad sobre su Cristo, será "la" religión del mañana..." [ Nota 63 ].
Igualmente nos parece interesante recordar aquí las palabras con las cuales se dirigía al entonces general de la Compañía, el padre Jean Janssens, referente a la prohibición de publicar alguno de sus escritos de índole teológica:
"En verdad (y en virtud también de toda la estructura de mi pensamiento), me siento hoy más que nunca irremediablemente ligado a la Iglesia jerárquica y al Cristo del Evangelio como jamás en la vida lo hubiese estado. Jamás el Cristo me ha aparecido tan real, tan personal y tan inmenso. ¿Cómo podría pensar que la dirección en la que me he comprometido está equivocada? Queda el hecho, lo reconozco plenamente, que Roma puede tener sus razones para estimar que mi visión del cristianismo es prematura, o incompleta en su forma actual y en consecuencia que no podría ser difundida en el presente sin inconvenientes. Es sobre este punto importante de fidelidad y de docilidad exteriores que yo insisto particularmente (esto, en efecto, es el objetivo esencial de esta carta) en afirmar que, a pesar de ciertas apariencias, estoy decidido a permanecer "hijo de obediencia"" [ Nota 64 ].
Era obvio que en ciertos momentos Teilhard sintiese de manera especial la angustia y el dolor al experimentar censuras, rechazos y exilios camuflados. Estos mismos sentimientos los pone por escrito en una carta que envió a su amigo Auguste Valensin:
"Querido amigo, ayúdame un poco. Exteriormente he estado a la altura: pero interiormente es algo que se parece a la agonía o a la tempestad [...]. Oh amigo. Dime que no he sido infiel a mi ideal obedeciendo..." [ Nota 65 ].
1.8. Muerte y problemas póstumos
Podríamos decir que Teilhard no tuvo la paz que tanto deseaba hasta el momento de su muerte, después de haber sufrido, con espíritu religioso, los momentos tempestuosos. A la edad de 66 años, en Junio de 1947, sufre un infarto del miocardio, quizás provocado por una mala medicación, es decir, debido a ciertas inyecciones contra la fiebre amarilla. Transportado de emergencia a la clínica, durante el trayecto, padece un síncope y durante 15 días se encuentra entre la vida y la muerte. Apenas se recupera un poco, su pobre corazón, que había palpitado tanto por el cosmos, por la humanidad y por Jesucristo, sufre otro impacto por la renovada prohibición de escribir sobre argumentos espirituales. En la Pascua de 1949 una pleuritis le inmoviliza en el lecho hasta el mes de Junio. El 10 de Abril de 1955, a la edad de 74 años, el Jesuita amante del cielo y de la tierra entregaba su vida al que es Principio y Fin de todo, al Dios Alfa y Omega, al Señor Dios de la Evolución [ Nota 66 ].
Estaba dirigiéndose hacia el comedor cuando se desplomó como un árbol que cae al suelo. Después de algunos minutos de silencio angustioso, entreabrió los ojos y preguntó: "¿Qué ha sucedido? ¿Dónde me encuentro?" Y, como si tratase de asegurarlo, pronunció dulcemente sus últimas palabras: "Esta vez, siento que es terrible". Fue todo. Se llamó al médico, después a su amigo el Padre de Breuvery. Uno y otro estaban ausentes. Fue el Padre Martín Geraghty, de la Residencia de San Ignacio en New York, quien llegó inmediatamente a impartirle la Extrema Unción. Eran las 6 de la tarde. El cielo era espléndido, la primavera brillaba en todo su fulgor. Murió de improviso -como había pedido- en plena euforia, en la ciudad más cosmopolita de la tierra, él, "el amigo de cada hombre del mundo". Murió en plena primavera, el día de Pascua [ Nota 67 ].
En la carta que Pierre Leroy manda al provincial Ravier para comunicarle los detalles sobre la muerte de Teilhard, le comenta que el Jesuita murió de un derrame cerebral [ Nota 68 ]. A la vez le hace saber que los funerales tuvieron lugar el martes 12 de Abril a las 9 de la mañana en el templo de San Ignacio (New York). Fueron celebrados por el Padre de Breuvery y asistieron al entierro unas pocas personas [ Nota 69 ].
En el año en que murió Teilhard daba inicio la publicación de sus escritos, surgiendo con ello nuevos problemas [ Nota 70 ]. Algunos intérpretes de la obra teilhardiana se propusieron seguir manteniendo vivo su pensamiento, organizando centros de estudios e invitando a los interesados en su perspectiva a profundizar sobre los distintos aspectos de sus escritos [ Nota 71 ]. Otros, en cambio, al afrontar de manera acrítica y superficial su pensamiento, dieron lugar a grandes polémicas. Tales interpretaciones favorecieron que los estudiosos tomaran partido no de una manera ecuánime, sino más bien apasionada. Esto mismo ocasionó la aparición de los dos movimientos que habían engendrado mayores controversias: el "teilhardismo" y el "antiteilhardismo" [ Nota 72 ].
El 6 de Diciembre de 1957, con la intención de evitar la expansión del teilhardismo, el Santo Oficio promulgó un decreto retirando los escritos de Teilhard de las librerías católicas y de las bibliotecas de los seminarios e instituciones religiosas [ Nota 73 ]. En 1959 aparecieron unos artículos en la revista Divinitas en los que se juzgó duramente el pensamiento teilhardiano [ Nota 74 ]. Poco después, contrarrestando los juicios precedentes, aparecieron dos escritos, en tono diverso, que defendieron prácticamente el pensamiento de Teilhard. Fueron las contribuciones de Jean Daniélou y de Henri de Lubac [ Nota 75 ]. Finalmente, con fecha de 30 de Junio de 1962, se emitió un "Monitum" o advertencia formal sobre la aceptación acrítica de los escritos de Teilhard [ Nota 76 ]. En el mismo número de L'Osservatore Romano, inmediatamente después del "Monitum", apareció un artículo anónimo que comentó a grandes líneas algunos aspectos de la obra del Jesuita. Tal artículo fue motivo de diversas reacciones polémicas. Uno de los contraataques fue encabezado por Leys Roger, quien criticó severamente el artículo anónimo y, como contrapartida, le respondió Philippe de la Trinité, autoridad de la Suprema Congregación del Santo Oficio [ Nota 77 ]. La situación llegó así a complicarse más y más. Los que estuvieron a favor o en contra encubrieron bajo una marea de alabanzas o de condenas el rostro del verdadero Teilhard. Unos y otros presentaron al propio Teilhard como el único auténtico, haciendo cada vez más difícil la identificación de su persona y de su pensamiento [ Nota 78 ].
Es curioso constatar cómo los recelos suscitados por los prejuicios sobre una personalidad discutida pueden influir de manera determinante en ciertas decisiones. En Marzo de 1981, el entonces Presidente de Francia, M. Valéry Giscard d'Estaing, pidió al Provincial de los Jesuitas, y por solicitud de algunos amigos de Teilhard, que sus restos fuesen trasladados a su tierra de origen, en honor de su centenario. Las circunstancias parecían ser favorables ya que la propiedad de St.Andrew-on-Hudson, donde Teilhard había sido enterrado, se había transferido a una escuela de cocina. Sin embargo, el Superior de los jesuitas franceses rechazó decididamente la petición. Fue así negado un derecho acordado a todos los exiliados, el reposar después de muertos en su propia tierra natal [ Nota 79 ].
Hemos mencionado sólo algunos de los problemas póstumos a la muerte de Teilhard que originaron grandes debates y que apasionaron a muchos espíritus. Para terminar de completar el cuadro bio-bibliográfico, presentaremos a continuación un bosquejo sobre la obra del autor.
2. Datos bibliográficos
Ciertamente que se podrá preguntar cómo fue posible que los escritos de Teilhard lograran subsistir, después de las dificultades y persecuciones que suscitó su pensamiento. La respuesta está en un hecho sencillo pero muy significativo.
2.1. Un testamento
Se ha llegado a afirmar que sin la existencia de su testamento, nadie habría podido recordar jamás a Teilhard, ni su pensamiento ni sus cualidades [ Nota 80 ]. La única manera posible para salvar toda la herencia espiritual del Jesuita, era hacer algo al margen de la Compañía. La razón era obvia. No había ninguna garantía de conservar el patrimonio teilhardiano, ya que había sido dada la orden de destruir todos los escritos que estuviesen en manos de los jesuitas jóvenes [ Nota 81 ]:
"El asunto fue por fin decidido por una ocurrencia espontánea -¿podríase hablar de inspiración?- del P. Jouve, sustituto del superior ausente. Cuando salía de casa, se encontró en la puerta con la señorita Jeanne Mortier, secretaria de Teilhard, que venía a tomar dictado. "Como usted sabe -le dijo- , el Padre viaja próximamente a Transvaal, y ello podría empeorar sus problemas cardíacos. Ruéguele, pues, que le legue sus escritos, porque nosotros, los jesuitas, no los podremos publicar jamás" [ Nota 82 ].
Considerando más de cerca los hechos, podemos decir que fue precisamente un ensayo del padre Teilhard lo que en realidad estuvo en el origen de tal eventualidad. En Septiembre de 1938 le llegó a Jeanne Mortier, enviado por un amigo seminarista, el "Medio Divino" [ Nota 83 ]. La lectura del ensayo le impactó espiritualmente. La sacaba del túnel donde se había metido, después de diez años de estudios tomistas. Ella sólo conocía el nombre del autor: Pierre Teilhard. Al final de Enero de 1939 le fue entregada una invitación por una pareja de amigos que estaban interesados en las conferencias científicas del Museo de Historia Natural. Al leer que la exposición sobre las excavaciones recientes en Birmania tenían por responsable al padre Teilhard de Chardin, descubría que el autor místico del "Medio Divino" era un hombre consagrado a la ciencia. Fascinada por la "nueva visión" del religioso científico, le propuso ayudarle en aquello que necesitara y en la recopilación de sus reflexiones. Fue de esta manera que se convirtió en su secretaria. Comenzó a ordenar los manuscritos, a clasificarlos y a dactilografiarlos. Fue un trabajo que necesitó de mucho tiempo y de gran esfuerzo. Finalmente Teilhard, unos años antes de morir, concluiría la "histórica eventualidad" nombrando como heredera de su patrimonio a Jeanne Mortier [ Nota 84 ]: "En este mismo recibidor, el 2 de Julio de 1951, el padre Teilhard, a petición del padre Jouve, redactó en mi presencia el testamento dejándome sus escritos" [ Nota 85 ].
2.2. Peculiaridad de la obra
Para comprender los escritos de Teilhard en sus justas dimensiones, es necesario no perder de vista la peculiaridad de su trabajo. René Latourelle dirá que su obra es una apologética, es decir, la reflexión de un hombre de ciencia sobre la propia fe, con la finalidad de ver hasta qué punto y de qué manera se pueden armonizar ciencia y fe [ Nota 86 ].
Norbert Max Wildiers afirmará que Teilhard confrontó, durante toda su vida, las consideraciones científicas con su fe, pensando no sólo en eliminar la contradicción sino en realizar una síntesis viviente entre ellas [ Nota 87 ].
Otros autores han considerado la obra del Jesuita un testimonio de vida personal, en cuanto que él estaba convencido de tener un mensaje auténticamente evangélico que transmitir a todos los hombres [ Nota 88 ]. A la vez, han visto en su obra un deseo apostólico y una preocupación por difundir en esquemas nuevos el mensaje cristiano [ Nota 89 ].
Con el deseo de abarcar en una sola visión de conjunto la totalidad de la realidad, Teilhard penetra en el campo de la filosofía y de la teología, de las ciencias naturales y de la historia, de la mística y de la moral, tratando así de superar las viejas concepciones que impedían la conciliación de perspectivas, sirviéndose, para ello, de categorías de índole científica, filosófica y teológica [ Nota 90 ].
Otra característica de los escritos teilhardianos es la persistencia en la intuición fundamental. El Jesuita se iniciaba como escritor en 1909, con un opúsculo titulado Les miracles de Lourdes et les enquêtes canoniques [ Nota 91 ]. Comentaba a sus padres que estaba contento por haber tenido la oportunidad de haberse lanzado al agua publicando algo, y que esas primicias hubiesen sido para la Santísima Virgen, lo que consideraba como una delicadeza por su parte y un augurio favorable para él [ Nota 92 ]. Ya desde entonces ponía de manifiesto su deseo por reconciliar lo rigurosamente positivo, es decir lo científico, con la fe en un Dios personal [ Nota 93 ].
El 24 de Marzo de 1916, Teilhard terminaba de escribir La Vie Cosmique, en la que exponía por primera vez una síntesis sobre las ideas fundamentales de su pensamiento. Ante el peligro de muerte en el que se encontraba durante el tiempo de la guerra mundial, suponía que su primera obra de esta índole podría ser en realidad la única. Manda el opúsculo a su prima Marguerite y le pide que lo conserve como un "testamento intelectual" [ Nota 94 ]. Lo que allí anunciaba ya contenía en germen el desarrollo ulterior de su pensamiento. Después de haber vivido grandes experiencias y haber reflexionado sobre ellas durante tantos años, Teilhard expondría por última vez lo que estuvo en su corazón desde los primeros años de su vida literaria. En New York, unos días antes de morir, en Marzo de 1955, terminaba de redactar Le Christique. En esta obra no sólo expresaba la "esencia de su mensaje", sino que hacía ver también que la intuición fundamental de su perspectiva no había sufrido cambios esenciales, y que era precisamente la misma intuición que había expresado por primera vez en aquel "testamento intelectual", pero ahora de una manera más cabal:
"Hoy, después de cuarenta años de continua reflexión, es todavía exactamente la misma visión fundamental que siento la necesidad de presentar, y de hacer compartir, bajo una forma madura, una última vez" [ Nota 95 ].
Resumiendo: el carácter apologético de los escritos, la manera de proceder interdisciplinar, la preocupación por considerar la totalidad y complejidad de los fenómenos, el afán por reconciliar el mensaje evangélico con las distintas actividades terrenas, el interés por renovar esquemas interpretativos, el uso de nuevas expresiones lingüísticas, la persistencia y la continuidad en la intuición de fondo, han caracterizado la síntesis teilhardiana haciéndola verdaderamente original. Teniendo en cuenta dicha peculiaridad, podemos ahora comentar algo más sobre sus escritos.
2.3. La obra en general
Teilhard fue un escritor fecundo. Sus escritos alcanzaron alrededor de 500 títulos. Su obra ha sido clasificada en dos partes: la primera considerada de índole científica y la segunda de tipo prevalentemente filosófico-teológico. Además, el Jesuita ha escrito un diario y fue autor de un vasto epistolario. También han sido elaboradas algunas antologías y varios léxicos e índices como parte complementaria a la obra teilhardiana.
2.3.1. Obra científica
Por lo que se refiere a la obra científica, existen aproximadamente 300 escritos. Teilhard -como hemos visto- llevaba una vida de científico bastante activa. Él mismo, con ocasión de su elección por la Académie des Sciences, escribía una especie de curriculum vitae para la revista Études. En la auto-descripción personal hace notar que para situar e interpretar correctamente el descubrimiento inesperado del famoso "Hombre de Pekín" (el Sinanthropus), hacía falta un enfoque estratigráfico, fisiográfico y paleontológico de todo el Cuaternario del Extremo Oriente, al cual él había consagrado los últimos años de su carrera científica para poder llevar a cabo tal empresa [ Nota 96 ].
Como investigador y hombre de ciencia, Teilhard realizó importantes estudios. Contribuyó fundamentalmente a la comprensión de la historia geológica en el corazón de Asia, centrando su atención sobre el estudio de los mamíferos y estableciendo científicamente la fecha de los fósiles asiáticos, los depósitos sedimentarios de Asia y sus correlaciones estratigráficas [ Nota 97 ]. Asimismo el aventurero de Sarcenat dejó como patrimonio científico algunas aportaciones de interés general sobre la teoría de la evolución, despertando la curiosidad en aquellos que se habían interrogado sobre la convergencia del universo y su significado [ Nota 98 ].
Tales experiencias y los datos precedentes al índice bibliográfico de su obra científica nos hacen pensar que, sin una preparación profesional y sin una competencia como experto en la materia, nada de esto hubiera sido posible. A menudo se ha hecho la pregunta: ¿Teilhard es un verdadero científico? Las páginas que siguen -comenta Jean Piveteau- darán una respuesta clara y precisa a cada persona de buena fe. Estas mostrarán igualmente que las generalizaciones filosóficas de Teilhard reposan sobre un serio fundamento científico [ Nota 99 ]. La mayoría de los escritos científicos del Jesuita han sido reunidos en once tomos a cargo de la pareja Nicole y Karl Schmitz-Moormann [ Nota 100 ].
2.3.2. Obra filosófico-teológica
Por importante que sea su obra científica, no es en realidad a ella que Teilhard debe su fama. Su originalidad como escritor no se detiene en el análisis de los puros datos científicos. A través de estos escritos, Teilhard ha querido demostrar al hombre de ciencia que la evolución del universo encuentra en Dios, y por tanto en el cristianismo, una coherencia que constituye un criterio de verdad. A partir de tal convicción el Jesuita elaborará una gran cantidad de ensayos [ Nota 101 ].
Los escritos considerados en este ámbito alcanzan alrededor de 200 títulos. Han sido reunidos y publicados en trece tomos (a cargo de las Éditions du Seuil) en un lapso de veintiún años (de 1955 a 1976) [ Nota 102 ]. De los trece tomos, tres son obras íntegras, es decir, constituyen un solo ensayo completo: - Le Phénomène humain I (1955); - Le Milieu divin IV (1957) y - La Place de l'Homme dans la Nature VIII (1966) [ Nota 103 ]. Los demás tomos contienen breves ensayos, reflexiones y conferencias que se han agrupado según la temática central y en orden cronológico con el fin de poner en evidencia la génesis de su pensamiento. Estos son: - L'Apparition de l'Homme II (1956); - La Vision du Passé III (1957); - L'Avenir de l'Homme V (1959); - L'Énergie humaine VI (1962); - L'Activation de l'Énergie VII (1963); - Science et Christ IX (1965); - Comment je crois X (1969); - Les Directions de l'Avenir XI (1973); - Écrits du temps de la guerre XII (1976); y - Le Coeur de la Matière XIII (1976).
Haciendo un veloz comentario sobre algunos de los numerosos ensayos elaborados por Teilhard, podemos decir que Le Phénomène humain ocupa ciertamente el lugar central de su obra, en razón no sólo de su extensión sino también de su valor fundamental. Tal ensayo es juzgado por la mayoría de los intérpretes como uno de los escritos más importante del autor. No es una obra metafísica ni tampoco una especie de ensayo teológico, sino una "memoria científica" en la que expone su cosmovisión sobre el fenómeno humano considerado en su totalidad [ Nota 104 ]. Fue escrito durante su permanencia en Pekín entre Junio de 1938 y Junio de 1940, época en que su visión del mundo ya había alcanzado la plena madurez [ Nota 105 ]; más tarde, en 1947-1948, hará algunas observaciones finales que complementarán la obra [ Nota 106 ].
La Place de l'Homme dans la Nature está en estrecha vinculación con el estudio del fenómeno humano. Su redacción fue terminada en París el 4 de Agosto de 1949. En él, el Jesuita hace hincapié sobre la necesidad de fijar estructural e históricamente la posición del ser humano en relación con las otras formas de vida en vistas a comprender mejor el significado de la presencia del hombre en el universo [ Nota 107 ]. Otros ensayos que están en la misma línea y que ayudan a clarificar los escritos anteriores se encuentran reunidos en L'Apparition de l'Homme y en La Vision du Passé [ Nota 108 ].
Le Milieu divin ocupa también un lugar muy especial dentro de los escritos teilhardianos. Es un ensayo que refleja la experiencia interior del autor. Teniendo en cuenta el problema sobre la santificación de la acción, el religioso propone una nueva espiritualidad: llegar a Dios ya no mediante el desprecio del mundo y de cuanto hay en él, sino mediante el esfuerzo por acabar de construir ese mundo en el que Dios está presente. Para ello es fundamental "aprender a ver a Dios en todo", tomando conciencia del valor que tienen las realidades temporales y de su calidad mediadora en vistas a "hacer" y "padecer" todo en "Dios Mediador" [ Nota 109 ]. El ensayo fue terminado en Tientsin, entre el Noviembre de 1926 y el Marzo de 1927. Pero la intención de elaborar un pequeño compendio sobre la vida interior, surge en él algunos años antes [ Nota 110 ], reflejándose ya ciertas ideas del proyecto espiritual en varios escritos del tiempo de la guerra, como por ejemplo en: Le Milieu Mystique (13-Agosto-1917), L'Ame du monde (Enero 1918), Mon Univers (14-Abril-1918), Le Prêtre (8-Julio-1918), Forma Christi (13-Diciembre-1918), L'Élément universel (21-Febrero-1919) y La puissance spirituelle de la Matière (8-Agosto-1919) [ Nota 111 ].
Existen otros escritos que también son de gran importancia, ya que a través de ellos quedan aclarados algunos aspectos de las intuiciones teilhardianas que a su vez permiten comprender mejor la visión fundamental del autor. Entre los de mayor relieve se encuentran: Note sur les modes de l'action divine dans l'univers (Enero-1920) [ Nota 112 ], Science et Christ ou Analyse et Synthèse (27-Febrero-1921) [ Nota 113 ], La Messe sur le Monde (1923) [ Nota 114 ], L'Esprit de la Terre (9-Marzo-1931) [ Nota 115 ], Comment je crois (28-Octubre-1934) [ Nota 116 ], Comment je vois (12-Agosto-1948) [ Nota 117 ], Le Coeur de la Matière (30-Octubre-1950) [ Nota 118 ] y Le Christ (Marzo-1955) [ Nota 119 ].
2.3.3. Diario y Epistolario
El valor de la espontaneidad que brota de la rica experiencia humana y religiosa de la vida de Teilhard está reflejado en sus cartas y reflexiones cotidianas. Por lo que respecta al "Diario" del Jesuita podemos decir lo siguiente: Teilhard mismo le ha dado el título de Notes et Esquisses; lo hacía con regularidad; lo inició durante la guerra, en el año 1915, y en él escribiría su conocida "última página del diario" el Jueves Santo de 1955 [ Nota 120 ]. El Diario ha sido dividido en tres bloques: a) los "Nueve cuadernos de la guerra", que contienen precisamente sus apuntes del tiempo de la guerra y algunas reflexiones que van hasta el año 1925; b) los "Cuadernos de China", que comprenden las experiencias vividas allí desde 1925 y que continúan hasta el 1944 y c) los "Cuadernos de la última etapa", que van desde el año 1944 al 1955 [ Nota 121 ]. Teilhard entregó el primer bloque del diario a su prima Marguerite. Después de la muerte de ésta, los cuadernos pasaron a manos de Monseñor Bruno de Solages. Finalmente, Nicole y Karl Schmitz-Moormann, la misma pareja que editó la obra científica, publicó también esta parte del diario [ Nota 122 ].
Además del Diario, Teilhard tiene un imponente epistolario. Muchas de las cartas han sido ya publicadas y reunidas en tomos con distintos títulos que indican el criterio de la clasificación: Lettres de voyage (1923-1955); Genèse d'une pensée; Maurice Blondel et le P. Teilhard de Chardin; Lettres d'Egypte (1905-1908); Lettres à Léontine Zanta; Lettres d'Hastings et de Paris (1908-1914); Teilhard de Chardin sur le terrain; Accomplir l'Homme; En Chine avec Teilhard; Dans le sillage des sinanthropes; Lettres intimes à Auguste Valensin, Bruno de Solages, Henri de Lubac (1919-1955); Lettres de guerre inédites y Lettres à l'abbé Gaudefroy et à l'abbé Breuil. Otras cartas han sido publicadas en revistas o fascículos por separado [ Nota 123 ] y algunas más están próximas a publicarse [ Nota 124 ].
Entre los mejores estudios que existen hasta el momento sobre el epistolario teilhardiano, se encuentra ciertamente el de Gérard-Henry Baudry [ Nota 125 ]. En él se incluye un repertorio cronológico de las cartas publicadas, la correspondencia anónima y sobre todo el diccionario de los destinatarios de las cartas, en el que aparecen los datos biográficos y las referencias bibliográficas [ Nota 126 ].
2.3.4. Antologías
Igualmente han sido elaborados varios opúsculos que recogen los fragmentos más significativos de la obra de Teilhard, coleccionándolos en torno a determinados temas que prevalecen en común (elaborados por las Éditions du Seuil). A manera de ejemplo, pueden mencionarse: Hymne de l'Univers (1961); Je m'explique (1966); Être plus (1968) y Réflexions et Prières dans l'Espace-Temps (1972).
Existe además una pequeña serie de Cahiers Pierre Teilhard de Chardin (también a cargo de las Éditions du Seuil) que contienen escritos del Jesuita, testimonios, comentarios y alguna información en general sobre la obra teilhardiana de parte de sus seguidores. Los títulos más sobresalientes son: Construire la Terre I (1958); Réflexions sur le Bonheur II (1960); Pierre Teilhard de Chardin et la politique africaine III (1962); La Parole Attendue IV (1963); Le Christ Évoluteur V (1966) Le Dieu de l'Évolution VI (1968); Sens humain et sens divin VII (1971) y Terre promise VIII (1974).
2.3.5. Léxicos e índices orientativos
Para facilitar la comprensión del lenguaje utilizado por Teilhard en sus escritos, se han elaborado algunos léxicos e índices orientativos. Los de mayor relieve son: C. CUÉNOT, Lexique Teilhard de Chardin (Éd. du Seuil, Paris 1963); ID, Nouveaux Lexique Teilhard de Chardin (Éd. du Seuil, Paris 1968); M. DECKERS, Le vocabulaire de Teilhard de Chardin. Les éléments grecs (Duculot, Gembloux 1968); A. HAAS, Teilhard de Chardin-Lexikon. Grundbegriffe, Erläuterungen I-II (Herder, Freiburg 1971) y P. L'ARCHEVÊQUE, Teilhard de Chardin. Nouvel index analytique (Laval, Québec 1972).
Lejos de haber abordado en un estudio completo la vida y obra de Teilhard, sólo nos hemos limitado a dar un bosquejo que nos permitiese tener algunas nociones más claras sobre su personalidad y sus escritos. Creemos, sin embargo, que de los distintos centros de investigación que están dedicados a profundizar el pensamiento de Teilhard, se podrán recabar los demás datos no mencionados en este trabajo [ Nota 127 ].
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