VIDA CONSCIENTE
Además de la actividad vital que hasta ahora hemos encontrado en los seres vivos, y que es común a todos ellos, actividad que por ser única y características de las plantas se llama vegetativa, existen en el animal y en el hombre tras actividades vitales, que se caracterizan por ser conscientes, en oposición a las vegetativas, que como tales son inconscientes.
1. FENOMENOLOGÍA DE LA VIDA CONSCIENTE EN GENERAL.
La actividad consciente en el animal y en el hombre, está constituida por los fenómenos del conocimiento, de tendencia y emotivos, que son denominados por lo mismo, fenómenos conscientes o también fenómenos psíquicos. Los fenómenos conscientes se caracterizan ante todo, como señaló Bretano, por su intencionalidad, es decir, se dirigen a un objeto y no se comprenden sino como operaciones de algo o por algo: Presentan siempre un algo, un objeto.
En segundo lugar se caracterizan estas operaciones o fenómenos, por su inmanencia: Son inmanentes, es decir, modifican al sujeto que las produce y no al objeto sobre el que versan. Por último, son vivenciales, es decir, observables únicamente por el sujeto que las posee, que en este sentido se dice que vive tales fenómenos, llamados por lo mismo vivencias.
2. TEORÍAS FILOSÓFICAS DE LA VIDA CONSCIENTE.
Teoría Vitalista o Anímica. Esta teoría, con mayor razón que en la vida vegetativa, postula la existencia de un principio energético superior y distinto de la pura materia, para explicar las operaciones conscientes de características totalmente opuestas a las operaciones de la pura materia. Este principio, raíz última de donde brota toda la vida consciente, se llama Alma.
Teoría Materialista. No reconoce la existencia de otro principio distinto de la pura materia, para explicar la vida consciente. Basta la peculiar estructura químico-anatómica del cerebro humano, maravillosamente desarrollado y culmen de la evolución animal.
3. DEFINICIÓN FILOSÓFICA DEL VIVIENTE EN GENERAL.
Hemos examinado filosóficamente las características de la vida vegetativa, o vida inconsciente, y de la vida consciente en general. La primera se caracteriza por su autoteleología y por su inmanencia. La segunda por su intencionalidad y por su inmanencia también. La nota, pues, común que las abarca a ambas, y por las que de una manera genérica se podría definir la vida, es la inmanencia.
Así pues, el viviente en general, se puede decir que es "un ser capaz de actuar inmanentemente, con una inmanencia tal como la descrita, es decir, cualitativa y substancial, no puramente locomotiva".
Y Vida en general será, "la capacidad de actuar inmanentemente".
4. DEFINICIÓN DEL ALMA.
Como enseña la Teoría Vitalista o Anímica, la capacidad de actuar inmanentemente , le viene al viviente de estar dotado intrínsecamente de un principio energético, raíz última de donde brota la vida. Este principio se llama Alma.
El Alma es, "el último y radical principio de las operaciones vitales, tanto vegetativas, como sensitivas e intelectivas". Donde quiera que hay operaciones vitales, conscientes o inconscientes, allí hay un alma, o un principio vital, que son dos nombres de la misma realidad. Así la planta, el animal y el hombre tienen su alma. Para distinguirlas reciben un apelativo, en la planta, alma vegetativa o principio vital, en el animal, alma sensitiva, y en el hombre, alma racional, apelativo que declara específicamente, que el alma comunica a tal viviente.
5. LAS PLANTAS VIVEN, PERO NO SIENTEN, NO TIENEN VIDA SENSITIVA.
Atribuyeron sensibilidad a las plantas en la antigüedad Empédocles, Platón y los Maniqueos. En nuestro tiempo Shopenhauer, Hartman, Haeckel, Birchat, etc. Actualmente hay autores que, por el contrario, dada la admirable autoteleología de los seres vivos, que postula como hemos visto en un principio vital directivo, a este principio le hacen cognoscitivo, pues esa dirección autoteleológica de las operaciones parece hacerse a la luz del conocimiento de los fines. Pero no es cierta esta posición, y con el sentido común la rechazan la mayoría de los biólogos y filósofos. En efecto, donde quiera que hay ciertamente sensibilidad, hay órganos especiales y sistema nervioso, siquiera sea rudimentario, y además, manifestaciones afectivas y locomotivas que descubren esa sensibilidad. Tal ocurre en todas las especies animales. Ahora bien, en las plantas no hay sistema nervioso, ni se dan manifestaciones afectivas o locomotivas por donde podamos deducir su sensibilidad. Luego no tienen sensibilidad.
6. LOS ANIMALES SIENTEN, AQUELLOS AL MENOS QUE GOZAN DE UN SISTEMA NERVIOSO CENTRAL Y DE ÓRGANOS PERIFÉRICOS.
Gómez Pereira parece que fue el primero en negar, en su "Antoniana Margarita", la sensibilidad de los animales. Pero en este terreno la opinión más célebre ha sido la de Descartes, para quién los animales son puros autómatas, que se distinguen de cualquier otra máquina solamente en la mayor perfección de sus movimientos, y por ser un producto natural y no artificial. El movimiento de estos autómatas de la naturaleza, es efecto del movimiento universal, pues los animales no tienen, propiamente hablando, un automovimiento, sino meras reacciones mecánicas a los estímulos, al modo de los movimientos reflejos. No ven, no oyen, no tienen ninguna clase de sensaciones, sino solamente movimientos reactivos que nosotros, por cierta analogía con los que en el hombre suceden, los interpretamos como si fueran sensaciones no siéndolos. Y la razón cartesiana de este automatismo animal está en su radical dualismo entre la "res cogitans" (la cosa que piensa o conoce), que es el espíritu, cuya esencia es la "cogitatio" (el conocimiento), y la "rex extensa", que es el cuerpo cuya esencia es la extensión. En los animales no hay "cogitatio", ni puede haberla, por consiguiente no hay más que extensión y sus atributos, que son el movimiento, lo cuantitativo.
Otros autores como Jaques Loeb, Bethe, etc.. niegan la sensibilidad a los animales inferiores, y aun a las hormigas y abejas. Ciertamente es difícil marcar el límite dentro de la escala animal, entre la vida sensitiva y la vida puramente vegetativa. Puede decirse que allí habrá vida sensitiva donde se encuentre un sistema nervioso central, suficientemente desarrollado, y órganos periféricos nerviosos. Así se puede afirmar con seguridad, que todo el sub-reino de los protozoos no goza nada más que de vida puramente vegetativa, a pesar de ser animales. Y entre los invertebrados no estaría muy desacertado quien afirmase que el grupo de los celentereos, que tienen un sistema nervioso muy rudimentario, también carece de sensibilidad.
Apartándonos de esos límites difíciles de precisar, hoy se admite por la totalidad de biólogos y psicólogos la existencia de la vida sensitiva en los animales. Toda la investigación de la escuela behariovista o conductivista, se funda en este postulado . El peligro más bien está en que se valore de tal manera esta vida cognoscitiva en los animales , que se la equipare a la vida intelectiva humana, y se hable de una inteligencia animal en el sentido propio y estricto de la palabra.
La prueba de la existencia de la sensibilidad en los animales, se funda principalmente en la analogía con el hombre, puesto que tiene sistema nervioso y órganos periféricos semejantes. Además usan de esos órganos igual que el hombre para comunicarse con el exterior. Y sienten afectivamente igual que el hombre ante la presencia intencional o cognoscitiva de ciertos objetos; v.g. huyen de lo desagradable, y buscan lo que le es agradable. Por último, es manifiesta la memoria en los animales, signo de una poderosa vida cognoscitiva.
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